♕ La Promesa del día: “Dios mío, fortaleza mía, en Él confiaré; mi escudo y el fuerte de mi salvación, mi alto refugio; Salvador mío; de violencia me libraste. Invocaré a Jehová, quien es digno de ser alabado, y seré salvo de mis enemigos” 2 Samuel 22:3-4.
¡Grande y misericordioso es mi Gran Dios, Él es quién batalla por mí en medio de la prueba. Cuan agradecida estoy por eso, no merezco nada de lo que Él ha hecho!
Hace unos días enfrenté un conflicto en mi familia, mis hermanos querían hacer justicia con sus manos frente al padre de mi bebé. Estaban llenos de ira por la situación económica; según ellos yo debí confiar en la leyes de mi país para hacerlo cumplir con su deber económico, pero no fue así. Yo me aferré a mi Gran Dios y oré para que Él colocara en el corazón del papá de mi bebé, el deseo de proveer para nosotros. En medio del enojo de mis hermanos, yo sólo guarde silencio y clamé a Dios.
Recordé justamente el texto de Isaías 64:6: "Todos somos como gente impura; todos nuestros actos de justicia son como trapos de inmundicia. Todos nos marchitamos como hojas; nuestras iniquidades nos arrastran como el viento". ¡Señor, ten misericordia de mis hermanos! No pensé que Dios actuaría de forma tan inmediata. El día en que mis hermanos habían decidido ir, a las 5:00 pm, a enfrentarlo por la situación; de manera milagrosa llegó un mensaje a mi teléfono, a las 12:00 del mediodía, confirmando una consignación a mi cuenta bancaria hecha por el papá de mi bebé.
Mi Dios es fiel, Él es quien coloca el querer como el hacer según Su Santa voluntad, Él es quien me cuida, quien me provee y quien protege el corazón de todos los que de una u otra manera, han salido dolidos en esta situación. Es Él quien actúa de manera apropiada, Él es quien usa cada prueba para fortalecer mi fe. Mi Esposo Celestial es quién me socorre, Él actuó a mi favor y evitó que la violencia llegara a mi familia. Satanás ha sido derrotado y está lejos de los míos.
Hermanas, confiemos ciegamente en nuestro gran Dios y Él actuará. En cuanto ví el mensaje, postré mi rostro en el suelo y comencé a alabarlo por su amor y misericordia, y le pedí perdón por mi poca fé. Mis hermanos están viendo el poder de Dios, sus corazones están siendo transformados por medio de la situación. Amadas, que gozo tan inmenso es confiar en cada regalo de mi Dios, no sólo hizo que el papá de mi bebé consignara el dinero, también hizo que llamara a mi teléfono, aunque no alcancé a contestarle.
En este punto de mi vida agradezco a Dios por todas sus misericordias y, sobre todo, porque ha colocado en mi corazón el anhelo de servirle, conocerle más y adorarle. Hoy más que nunca agradezco por tantos regalos inmerecidos. Sé que en este viaje amaré profundamente buscarle y pasar tiempo con Él. Quiero servirle con mi alma, cuerpo y mente. Es mi gran Dios, mi mayor provisión, ser parte de Su pueblo es mi mayor deleite.
Su promesa:
“Acordaos de la ley de mi siervo Moisés, de los estatutos y las ordenanzas que yo le ordené en Horeb para todo Israel. He aquí, yo os envío al profeta Elías, antes de que venga el día del SEÑOR, día grande y terrible. Él hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que venga yo y hiera la tierra con maldición”. Malaquías 4:4-6.
Mi gran Dios, se que esta promesa está dirigida a la relación de mi hijo con su papá y no quiero parecer una interesada. Él sabe que me cuesta pedirle las cosas, puesto que, me da pena, siento que no merezco nada. Pero en este día siento que debo pedirle esto a mi Señor: Padre, se Tú volviendo el corazón del papá de mi bebé sobre él, pero antes que eso, que él vuelva a ti, Tu eres su padre y eres quien le dará la salvación. Mi gran Dios gracias por escucharme y ayudarme a amarte más que a nada.
~Paz en Colombia.