Mi matrimonio había sido durante un año, lleno de lágrimas y peleas. Nos casamos y nos dimos cuenta que caminábamos en diferentes direcciones, éramos una casa dividida, ambos egoístas pensando cada uno en lograr nuestros objetivos sin importar pisar la cabeza del otro. A medida que pasaba el tiempo me daba cuenta que no era lo que yo quería para mi vida, que “para ser feliz debía abandonar el matrimonio”.
El creía que lo mejor era castigarme con sus comportamientos y yo creía que lo mejor era ignorarlo y así llegamos a la violencia. El demonio vio la guerra que estábamos viviendo y quiso valerse de la situación para separarnos definitivamente y fue entonces que mi madre tuvo que luchar con una enfermedad oncológica, y yo tenía que viajar para ayudarla ya que soy la única hija y familia. Esa distancia de 1000 km hizo que el demonio jugara como quería con nosotros, con nuestros sentimientos y cada vez lo odiaba más y no me sentía apoyada, me sentía por el piso.
Como si esto fuera poco fui a una psicóloga que añadió que mi marido no iba a cambiar y que con el tiempo iba a ser peor y me recomendó hacerle una denuncia, no lo hice!. Me quedé atenta para ver si realmente iba a cambiar o no y evaluaba todas sus actitudes, cada vez era peor, me terminé convenciendo a mi misma que no había solución, no quería porque sabía que Dios no estaba de acuerdo pero creí que estaba justificada por Dios porque Él había permitido la situación para “librarme”. Luego de un año de depresión y angustias llegué a la página de restauración matrimonial y estoy llevando a cabo los principios y haciendo hasta lo imposible para cumplirlos, le pido a Dios que me cambie completamente y que salve a mi marido que en el fondo está cautivo de las trampas del demonio y necesita ser liberado.
El señor me incentivó en este camino y es lo que me hace mirar hacia adelante porque ya no lo amaba. A medida que va pasando el tiempo puedo ver sus manos moverse en mi situación. Aunque todas las noches el demonio me visita interrumpiendo mis sueños y mis pensamientos mientras duermo, diciéndome cuán infeliz soy, que mi vida no tiene sentido, que todos los demás son felices, que si vuelvo con mi marido nada va a cambiar y que sería una tonta. Yo solo me aferro a su palabra. “Encomienda al señor tu camino, confía en él y el actuará” Salmo 37:5.
Mi lucha continúa, no dejo de orar y hacer ayunos y aplicar los principios aprendidos en este ministerio. Mi marido me había pedido el divorcio diciéndome que ya no me amaba y su madre lo visitó recomendándole a su abogado y cuando me lo dijo le dije que no es lo que yo quiero, pero que si el realmente quiere eso que yo no podía obligarlo, me mandaba mensajes para pelear con palabras hirientes y en mi mente solo decía espíritu suave y apacible, no te detengas en la senda de los malvados y poco a poco fue volviendo su corazón a mí, aunque todavía no estamos juntos veo que Dios está obrando.
Lo que más quiero es que mi esposo vuelva a Dios y sea nuestro líder espiritual, Gloria a Dios! Ya tocó la Biblia, cuando le pedí que me explicara algo y aunque solo fue una vez confío en Dios que será salvo porque en las manos del señor el corazón del rey es como un río, sigue el curso que el Señor le ha trazado.
El Señor además me dijo “ya no se oirá hablar de violencia en tu país” Isaías 60;18. Confieso que el miedo se va yendo lentamente pero persistiré para que Dios haga su obra en nosotros, me cuesta bastante la lucha porque el diablo no deja de infundirme recuerdos malos pero gloria a Dios que pelea por mí.
En las manos del Señor, el corazón del rey es como un río sigue el curso que el señor le ha trazado. Proverbios 21:1
~Daniela