Restaurada en Ecuador!! Viviendo lo Nuevo

En abril del 2016 mi esposo se fue de casa, resentido, dolido y decidido a no volver nunca más, después de 13 años de matrimonio. Yo inicié mi lucha con el Señor un mes antes de que él se fuera, lo que me ayudó a entender, pero no a evitarme el dolor profundo y desgarrador de la situación.

Mi esposo tomó esta decisión, porque yo no fui la esposa cristiana que debí ser; la mayoría del tiempo fui contenciosa, peleona, mandona, usurpé el rol de mi esposo como cabeza del hogar, y además de esto, de los peores pecados que cometí fue, haber puesto como ídolo a mi esposo y haber sacado a Dios de nuestra vidas.

Durante este proceso, ocurrieron muchas cosas horribles y difíciles, pero en cada una el Señor estuvo a mi lado, me enseñó que cada momento era necesario, que Él y su enorme amor y misericordia, iban a sanar y restaurar mi corazón, el de mis hijas y sobre todo a mi familia.

Un primer recurso que me ayudó a sobrellevar la batalla fue el libro “¿Cómo Dios puede y va a restaurar tu matrimonio?”, en el que entendí que el Señor tenía todo bajo su poder y que primero debía cambiarme a mí, para que lo demás viniera por añadidura. Ponerlo en primer lugar, confiar en Él, creerle y dejar que hiciera los cambios en mí, ha sido indispensable en el proceso.

Luego de un año de lucha, donde solo vi odio de parte de mi esposo, mucha distancia y cero posibilidad de reconciliación, recibí una primera señal: el Señor, empezó a trabajar en Él, después de saber que yo ya era completamente suya y mi corazón le pertenecía. Mi esposo perdió su excelente empleo, tuvo que devolver el departamento de lujo en el que vivía y regresó a vivir donde sus padres. Yo, durante toda esa época siempre declaré que esa permanencia en ese lugar iba a ser temporal y así fue, Dios fue fiel y lo sacó de ahí y lo llevó a a vivir donde sus papás, donde le pedí a Dios que su estancia ahí, sea aún más temporal.

El corazón de mi esposo seguía endurecido, a pesar de la dura prueba que estaba atravesando. Yo por mi lado, parecía que no era la que oraba y entregaba mi vida al Señor, dado que tuve que vivir una tras otra experiencias difíciles y dolorosas; yo sabía que Dios estaba trabajando en mí, cambiándome y haciéndome toda de nuevo, después de pasarme por el fuego una y otra vez. La disposición de mi corazón, ha sido el secreto para que nuestro Amado Padre, pueda obrar.

En agosto de 2017, mi hija mayor tuvo que ser intervenida quirurgicamente y de emergencia, yo sabía que era algo que Dios había permitido para su buen propósito; durante los días en el hospital, mi esposo y yo estuvimos con la nena, dormimos ahí, y convivimos en paz. Ese fin de semana, oré con fe y humildad al Señor, y le dije que no quería pasar un solo fin de semana más sola, que quería e iba a pasar con mi familia, y así, tan bueno y maravilloso, Dios me dio este deseo de mi corazón.

Mi esposo empezó a ir a la casa todos los fines de semana a pasar con mis hijas y conmigo, ya no se las llevó más. Después de unos meses se quedó a dormir en la casa, no en nuestra cama, pero bajo el mismo techo. Yo veía la obra del Señor cada día, aunque las pruebas en la convivencia eran aún más duras; yo decidí creerle a nuestro Amado Padre Celestial y declarar que si me había llevado hasta ahí, iba a terminar la buena obra en nosotros. Yo ya no era la mujer que peleaba y exigía, sino trataba, con la ayuda del Señor, de ser serena, sabia y apacible; además integré a mi esposo a todas las oraciones familiares, él participaba con gusto (cuando antes no quería saber nada, absolutamente nada de Dios), él sabía que nuestro Padre estaba en nuestro hogar y esa paz le conquistaba cada vez más.

En diciembre del 2017, mi esposo después de una conversación decidió que era hora de regresar y se lo comunicó a las hijas; ellas se pusieron tan felices, sabiendo que Dios había respondido cada oración, que nunca fue ajeno a nuestros sufrimiento y dolor. El 1 de enero de 2018, mi esposo volvió a dormir conmigo, me pidió perdón por haberse ido y que dejemos el pasado atrás y empecemos de cero.

Es poquito el tiempo de restauración, pero día a día el Señor hace su obra. Todo lo que vivimos valió la pena; yo no soy la mujer perfecta, mi esposo tampoco, pero ahora tenemos a Jesús en el medio, y sabemos que mientras viva en nuestro hogar (que será para siempre), todo funcionará de acuerdo a su perfecta obra.

Les motivo a creer en las promesas del Señor, Él puede y va a restaurar su matrimonio; no va a ser a través del camino fácil, pero este garantizará la salvación y eternidad a su lado.

Mi esposo y yo, estamos reviviendo todo lo bueno y viviendo lo nuevo que ha está haciendo el Señor. A fin de mes vamos a un retiro de matrimonios, otro regalo de nuestro Dios.

Yo decidí creer, obedecer y amar a Dios, Él fue bueno y fiel, al devolverme a mi familia.

Las abrazo hermanas. Bendiciones y siempre en mis oraciones, hasta ver a cada familia y hogar restaurado.

~Perla